Para empezar te voy a lanzar una pregunta muy sencilla.
¿Te escuchas?
Parece demasiado fácil, ¿no?
De acuerdo. Te la voy a volver a lanzar de otra manera.
¿Escuchas en cada momento lo que te dice y/o pide tu corazón?
Y no vale responder: lo oigo muy a menudo.
Oír no es lo mismo que escuchar.
Nunca.
De acuerdo. Creo que todos nos sabemos la respuesta.
Pues eso. Ese creo que es el problema.
Que nos oímos pero no nos escuchamos.
Escuchar a fondo. Analizando lo que nos pide nuestra alma en cada momento. Lo que necesitamos en cada momento.
El ritmo de locura que llevamos hoy en día no nos deja parar y dedicar un minuto del día para nosotros. Suena demasiado fuerte, pero eso es así. Al menos a mí me pasó. Eso sí, sin darme cuenta. Yo siempre era de las que decían que vivía para mí, que hacía todo lo que me apetecía y que mi alma no anhelaba nada.
Mentira cochina.
No anhelaba nada porque realmente ya no sabía qué es o qué deseaba de verdad. No lo oía. Lo dejé aparcado en algún lugar del cuerpo y de mi ser.
El ritmo de vida que todos llevamos es desenfrenado. Más que eso, diría yo.
Una puta locura.
Vivimos atados al reloj. A los horarios. A los quehaceres del día a día. A intentar llegar al fin de mes. Con prisas. Muchas prisas.
¿Me estoy equivocando en algo?
Sabes muy bien que no.
Desde que te levantas hasta que te acuestas, estás literalmente “enganchado” a tu reloj. A tus horarios. Enganchado y atado.
A la rutina. Y la rutina mata sueños. Sueños de verdad, sueños sinceros que quedan almacenados en algún lugar de nuestras mentes y nuestras almas.
“Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba con la rutina” Paulo Coelho.
Se puede decir más alto, pero no más claro.
Puedes estar a gusto con tu rutina diaria, siempre y cuando, es todo lo que deseas. Desgraciadamente, eso no suele suceder. O al menos, muy pocas veces. Todos soñamos con más cosas a parte de nuestras rutinas. Pero no tenemos tiempo para ellas.
La sociedad consumista en la que vivimos nos ha enseñado de que hay que trabajar para vivir. Que hay que tener más y más dinero en la medida que se pueda, y da igual el sacrificio que tenemos que hacer para ello. Nos han enseñado que ir según lo establecido está bien. Que es lo correcto. Y con ello, nos han enseñado que hay que “dormir” a nuestros sueños para que ellos no entorpezcan el ritmo de las cosas comunes.
Por desgracia, el ritmo de vida que nos marcan y que según ellos “está bien” es una barbaridad. Trabajo de mil horas, atascos, reuniones, obligaciones…. Hasta que explotas. Hasta que revientas un buen día…
Aunque, por suerte, también ya hay mucha gente que se está dando cuenta de esto. De que no están donde quisieran estar. De que no tienen tiempo para disfrutar de las cosas que de verdad importan, de que no ven a sus hijos crecer, de que no están cumpliendo sus sueños, de que algún día no muy lejano soñaban con otra vida.
En mi caso, siempre he soñado con dar la vuelta al mundo. Pero no una vuelta al mundo ordinaria. Sino una vuelta al mundo lenta. Muy lenta. Siempre he soñado con mi paso por los distintos países dejando una huella positiva. Aprendiendo. Empapándome de todo. De ellos, sus habitantes. De ella, la tierra. Pero siempre ha sido eso… un mero sueño.
Hasta que un día te levantas y dices: “¡qué leches!”. Yo tengo que hacerlo.
Normalmente estos momentos vienen cuando nos saturamos. Cuando nuestra mente no puede más con la rutina y con esos “no tengo ni un minuto del día para mí” fruto de la vida desenfrenada que llevamos.
Justo en ese momento de colapso absoluto es cuando vuelves a escucharte. Te escuchas y escuchas cada sueño que tienes muy dentro de ti. Eso momento es maravilloso, aunque también muy triste. Duele darte cuenta que en el fondo no eres feliz. Duele darte cuenta de que has caído en este sistema consumista y eras incapaz de salirte de esa maldita rueda.
Y digo eras, porque justo en ese momento es cuando decides romper con todo. Decides dar un primer paso para ir a perseguir tus sueños. Decides que a partir de ese momento vas a ser tú quién decida tus pasos y no el sistema. Este paso es complicado, pero si crees en ti, lo consigues.
En este proceso hay muchos días malos, hay mucha gente que aún no te va a apoyar, que van a decirte que estás loco, de que no piensas en tu futuro, etc.
Pero para dar un primer paso, no necesitas a nadie, sino a ti mismo.
Tú en toda tu esencia.
Tú siendo tú mismo.
Tú y tu gran sueño. Tú y tu próxima felicidad. Tú y tu futuro dedicado a las cosas que de verdad importan. Que de verdad te importan a ti. Y a nadie más.
¿Te imaginas tener tiempo para todas esas cosas que ahora no te dan tiempo?
Poder ser dueño de todos tus pasos, decidir en cada paso cuál va a ser el siguiente. Dedicando tiempo de calidad para lo que quieras, tu familia, tus amigos, tú mismo.
Créeme que es posible.
¡Vaya que sí!
Párate un momento, cierra los ojos, y piensa en ese gran sueño que tienes. Da igual lo loco que te pueda parecer. Solo piénsalo. Visualiza. Visualízate en él. ¿Cambia en algo tu día a día?