Ainhoa , Martina y Paula espero que, sobre todo, sepáis entenderme. Algún día.
Ya han pasado poco más de tres meses desde que me he ido y cada momento de este tiempo vosotras habéis reinado en mi cabeza. Pensar en vosotras no ha cesado aunque esté a miles de kilómetros de distancia.
En esta carta intentaré explicaros las razones de mi marcha y demostraros que no ha sido para nada fácil tomar esta decisión. Sobre todo, por la razón de separarme de vosotras. Aunque ya antes vivía a 400 kilómentros, esto es muy distinto. Cuando la distancia la separa un avión, todo cambia. Las cosas se vuelven algo más complicadas.
Desde que esta idea loca de irme apareció en mi cabeza, vosotras habéis sido la mayor razón de mis dudas. No me quería perder parte de vuestra infancia, solamente con pensarlo me dolía el alma. Hasta que un buen día, empecé a verlo de otro modo, aunque no menos duro.
Sabéis que soy una defensora nata de perseguidores de sueños.
Siempre hablo de libertad, de resiliencia, de lucha constante para conseguir las cosas y sobre todo de saber valorarlas. De defender nuestra verdad, de no rendirnos. De elegir caminos que nos hacen felices y creer en ellos, aunque el resto del mundo nos diga que nos estamos equivocando. De luchar por un sueño, por las cosas que nos hacen felices, a pesar de ser distintas de las de los demás.
De valorar los momentos y los detalles. De saber pararnos para dar amor. Y para recibirlo. De coleccionar momentos bonitos e intentar hacerlo más a menudo. De saber compartir, dar sin pedir nada a cambio. De juntar a la familia, de volver a disfrutar juntos. De valorar cada instante como si fuera el último.
De valorar la vida tal y como es. Maravillosa, pero hoy la tenemos, pero mañana quién sabe.
Por ese mismo motivo me he sentido con necesidad de irme. De demostraros que se puede. Darle más peso a mis palabras, que a esas se las lleva el viento…
El haberme ido significa perder algunas cosas. Como todo en la vida… para aceptar una cosa, se tiene que renunciar a otra. Dejar atrás para avanzar.
Todas las decisiones tienen una parte de renuncia. Siempre.
Los viajes son muy bonitos, pero en muchas ocasiones no se habla de la parte fea o dura del mismo. Desgraciadamente, vivimos en un mundo donde venden más las fotos bonitas de un lugar, dejando de lado la verdadera esencia de un viaje transformador. La historia real que hay detrás de cada imagen.

Y hay que visibilizar la parte triste de viajar también… Esta parte de renuncia temporal a la que nos sometimos…
En mi caso, esto significa dejar atrás y perderme vuestros cumples, parte de vuestro crecimiento, momentos compartidos de juegos, de leeros cuentos a todas horas, de llevaros al parque, al cine. De dormir con vosotras y más duro aún, despertarme a vuestro lado. Ver como me sonreís cuando abrís vuestros ojillos a primera hora de la mañana. De desayunar magdalenas aunque soy más de tostadas. De ver una misma película en bucle y comer palomitas. De tardes de parque y veros felices a las tres. De ver como vuestro lazo como primas crece cada día, con lo importante que es para mi. De abrazaros y sentiros cerca. De sentir que os puedo proteger.
Y esa lista podría seguir muchas líneas más.
Cuando emprendes un viaje largo, dejas atrás una larga lista de momentos y personas.
Y creedme que no es nada fácil. Pero en la vida hay que avanzar, aunque eso signifique echar de menos.
Echar de menos muchísimo.
Aún sois muy pequeñas para entender todo esto, pero necesitaba decíroslo ahora, que es cuando más os echo en falta.
Que nadie jamás os diga que no podéis hacer algo. Que no sois capaces. O que no valéis. Cada ser humano es diferente y esa diferencia es lo que nos hace especiales. Cada uno a su manera. Cada uno con sus sueños. Sus ilusiones. Sus talentos. Sus defectos. Y por supuesto, su magia.
Y vosotras sois unas “SuperWomen”, como aquel día en parque de atracciones nos demostró la más peque de la casa.

Si realmente creéis en algo, luchad por ello. Solo tenemos una vida y es nuestra obligación vivirla al máximo. Y ser fieles a nuestros sueños. A todas las cosas que nos hacen vibrar, que nos hacen soñar, que nos hacen sentir que estamos justo donde queremos estar y haciendo lo que amamos.
La parte que me ha tocado a enseñaros es el mundo. Otras tierras, otras culturas, otras maneras de vivir.
“Viajar es fatal para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”
nos aseguraba, Mark Twain.
Y esta es la parte que decido tener en vuestra educación. Esto es lo que yo voy a intentar transmitiros y enseñaros. Espero poder transmitiros todo lo que yo siento cuando viajo. Y por supuesto, todo lo que aprendo. Que es mucho. Muchísimo.
Porque viajando aprendes a aceptar a todo ser humano sin juzgar y sin discriminar a nadie, eliminando tus prejuicios. Aprendes a tolerar por encima de todo. A saber ponerte en el lugar del otro, sobre todo cuando desconoces la historia que hay detrás de cada persona. Y sobre todo, a respetar.
A valorar lo que se tiene. Y ayudar siempre que esté en tus manos.
También aprendes a dialogar, porque el diálogo es la mejor arma para resolver conflictos. A sonreír mucho y dar rienda suelta a los sentimientos. A aceptarlos. A llorar cuando haya que llorar, a reír cuando haya que reír.
A no cesar nunca tu curiosidad. Ser curioso es abrir el horizonte de tus ojos y de tu mente.
Aprendes a conectar mucho más con la naturaleza que te rodea, con la madre Tierra. Sentirla y disfrutarla. A parar, respirar y disfrutar.
Aprendes a vivir lento.
A valorar el tiempo, porque desgraciadamente pasa demasiado deprisa.
A vivir el presente. Saber estar presente.
A ser feliz y hacer feliz.
Es difícil dejar atrás a nuestros seres queridos cuando emprendemos un largo viaje, pero a cambio nos llevamos un gran aprendizaje que podemos intentar transmitir a los que más queremos.
Y por último, para terminar esta retahíla de sentimientos confesados y consejos recónditos, solo os puedo dar mi último consejo que estáis en plena libertad de no aceptar, ni de seguir…
VIAJAR. Viajar mucho. Siempre cuando podáis. En familia, con amigos, solas, pero viajar.
Quereros. Quereros mucho. Quereros bonito.

Y no olvidaros de morder la vida. Con pasión. Con ganas. Con ilusión.

Y aunque no estaré ahí presente en algunos momentos importantes de vuestras vidas, pienso recuperar cada uno de ellos en cuanto vuelva.
De vuestra tata, que os ama con locura y siempre os lleva consigo.
2 comentarios
Me encanta cómo lo has explicado! Nosotros en 3 años y algo nos vamos a recorrer América durante dos años y lo que más me cuesta es separarme de la familia, sobretodo me duele que la familia no pueda disfrutar esos pequeños momentos con nuestra hija, pero si nos centraramos en eso nunca alcanzaríamos nuestro sueño, y tus palabras nos animan! Gracias!
Hola, Silvia. En primer lugar, gracias por tu comentario 🙂
Y en relación a lo que dices… exacto, la cuestión es seguir avanzando y si nos aferramos a estas cositas, no podríamos hacerlo. Al final, la familia sigue estando ahí para apoyarnos y esperando nuestra vuelta para escuchar todas las experiencias y aprendizajes que tenemos para contarles. Y eso es muy especial.
Me alegro tanto por vuestra decisión!!! Un viaje así solo puede traer cosas buenas.. aún os quedan unos añitos para comenzarlo, así que disfrutad mucho de la familia y amigos y por supuesto, también de los preparativos… porque un viaje comienza cuando empezamos a soñar con él.
Nos vemos en el camino, un beso enorme desde Nepal