Dejarlo todo e irte a viajar.
¿Alguna vez te has planteado algo así?
Parece una locura, ¿verdad? A mí también me lo parecía.
Hasta que un bonito día, deja de serlo. Y siempre lo hace en el momento adecuado. Cuando lo ves todo claro.
¿O tal vez sucede justo cuando lo ves todo bastante negro?
Creo que podría ser una respuesta ambigua. Momento “oscuro” porque suele suceder en un momento delicado de tu vida. Delicado en el ámbito personal. Interiormente. Momento en el que empiezas a cuestionarte todo. Hasta tu propio caminar.
En cambio, empiezas a ver todo claro cuando aceptas a dar el paso. Aceptas lo que te está pasando. Te enfrentas a ello, a ti mismo para serte sincero y con ello poder avanzar.
Pero vamos por partes.
¿En qué momento me sucede a mí?
Empezó a “hervirse” en mi cabeza desde hace mucho, desde que volví de Nepal en 2017. Pero no es hasta aproximadamente octubre de 2018 que la idea va cogiendo fuerza en mi mente.
Fue de repente. En un momento de mi vida que lo tenía todo “bajo control”. Trabajo que adoraba (un cole público), familia que amo y unos amigos maravillosos repartidos por todas partes del mundo. Era feliz. O eso creía.
Hasta que un buen día, tras muchas horas de biblioteca preparando las correspondientes oposiciones (sí, era año de oposición y como no tenía plaza fija, tenía que volver a presentarme) me derrumbé.
Rompí a llorar al darme cuenta que no sabía qué es lo que estaba haciendo con mi vida. Me volví a escuchar (de esto hablaremos en este otro post) y resultó que hace algún tiempo dejé de hacerlo.
¿Por qué? Ni idea.
En ese momento me replanteé todo. Toda mi vida. Me pregunté a mí misma:
“¿Todo lo que estás haciendo está encaminado a lo que quieres ser mañana?»
Y me sorprendí. Mucho.
Me sorprendí al darme cuenta de la respuesta que salía de mi corazón. Un no rotundo. ¿Estás segura?, me pregunté. Desgraciadamente la respuesta era evidente. Y a partir de ahí, mi vida cambió.
Cambió, porque decidí que me tenía que volver a Nepal que es donde todo comenzó. Cambió porque me iba, iba a estar lejos de mi familia, de mis amigos… de todos mis seres queridos. Por un tiempo largo.
Sin billete de vuelta.
Y así poco a a poco nació maestrawanderlust. Decidí que no iba a ser un viaje cualquiera, sino un viaje solidario. En proyectos. Enseñando. Aprendiendo. Adoro mi trabajo como maestra y no podía emprender un viaje sin meter mi esta segunda pasión de la vida.
¡Ahh! Que aún no te he contado cual es mi primera mayor pasión. Aunque me imagino que ya te la sabes jejeje.
Viajar.
Siempre he dicho que soy como una especie de vocación con patas, pero patas que desde hace tiempo sueñan con dar la vuelta al mundo.
No es una decisión fácil de tomar. Sino, más bien al contrario. Es complicadísima. Es algo que revoluciona todo tu mundo, tu existencia y tu ser. La primera etapa por la cual pasas es muy mala, no entiendes qué es lo que te pasa, por qué te está pasando esto y por qué sencillamente no puedes ser feliz tal y como estás. En el sitio dónde estás.
Pero creo que si te sucede, debes hacerle caso. Si te lo has cuestionado, volverá a salir tarde o temprano. El gusanillo viajero nunca muere, como yo digo. Aunque no siempre se trate solo con viajar.
En mi caso, eran muchas más cosas.
No solamente deseo por viajar, sino ser libre.
Libre para decidir qué rumbo quería tomar en mi vida, aunque mucha gente no estaba de acuerdo conmigo. Hace mucho tiempo me di cuenta de que no encajo en los estándares establecidos por la sociedad y a consecuencia de ello, muchas cosas iban en cadena.
¿Por qué, si tenemos un sueño, siempre debemos aplazarlo?
¿Cuánta gente conoces que desearía hacer algo y no se atreve?
Tal vez sea seguir con una autocaravana a la vuelta ciclista. O cogerse un año sabático para viajar. O montarse un pequeño restaurante familiar. O coger y viajar con los niños sin que vayan a la guardería o el colegio. O simplemente ponerse unas simples perlas de collar sin que tus vecinos te critiquen.
La sociedad siempre nos ha establecido qué es lo que toca hacer. Y si no lo haces, eres una especie de bicho raro del mundo humano. Pero esto no debería ser así.
Deberían enseñarnos a ser libres.
A tomar nuestras propias decisiones sin el qué dirán. Sin que nos miren raro. Deberían enseñarnos a soñar y seguidamente de ello, enseñarnos que cumplir esos sueños sí es posible. Deberían enseñarnos a emocionarnos con lo que hagamos. Deberían enseñarnos a que el mundo es muy grande y las experiencias que nos ofrece, enormes.
Deberían enseñarnos a no tener miedo.
El miedo es el mayor enemigo que tenemos. Y hablo del miedo interno. Del miedo que nos creamos nosotros solos y la propia sociedad. Miedo a que algo no salga como debe. O según lo planeado. O tal vez sea, según lo establecido…
A cambio de no tenerlo, nos enseñan a temer al cambio. A caer. A caer y tener que levantarnos delante de otros. Nos dicen que eso es señal de error, de equivocación.
Pero eso no es verdad.
Caer significa haberlo intentado. Caer significa estar en movimiento. Y casi siempre es hacia adelante. Caer significa haberlo intentado.
Y eso, querido amigo, es una gran victoria. Créeme.
Yo, afortunadamente, me di cuenta a tiempo. No quiero morirme sin cumplir todos mis sueños. Cada uno de ellos. Despacio. Disfrutándolos. Y amando lo que hago. Y por ello nació esta bonita locura llamada “maestrawanderlust”.
Un proyecto solidario fabricando sonrisas. Un proyecto para ser libre. Feliz. Para sonreír cada mañana cuando me despierta y dar las gracias en cada atardecer, por un día más de esta locura.
De esta locura tan maravillosa.